martes, diciembre 25, 2012

Morir con estilo


Dice Piglia que dice el ché que hay que morir con dignidad. Qué cosa, qué ché, qué digna, nadie lo dijo. Ni si son los ojos, o una última frase magnífica y memorada como la de Augusto: Plaudite, Amici, comoedia finita est, o la de Goethe Mehr Licht! Todo, creo yo, se reduce al último acomodo de las nalgas y del pecho.   
Lear murió abajo de un paje, bufón, y a la derecha, entrepierna de su amada Cordelia, una cristalizada sonrisa de Edmund que muere en espiral de sus derechas. También en “ese” Gonerill tendida boca abajo aplastando sus pechos contra el cielo. El Minotauro murió de pié. Polinices arriba en la loma abrazando los ojos de su padre Edipo. En Pompeya, un niño y una esclava, amiga de Chipre, en cuclillas. Castellanos sentada, quemada. Rulfo con los labios abiertos. Lorca vomitó en el Manhattan y  Leonardo cremado en un molde para caballos. Héctor destajado entre polvo y astillas de heno. Ulises de viejo junto a su vilipendiada tejedora. Duchamp sentado esperando para mover alfil a caballo y torre. Joyce con el índice raspando el escarapelado barniz del barquito de Odiseo. A Canaletto no lo conozco. A Eurípides lo desgarran los perros, como a Icario y las alas chocan con el vidrio mientras grita deus, ecce, deus. Nadie tuvo el valor para colgarse  de los pies como Pedro. Baco sólo está enfermo. Toc, Toc, anda putilla del rubor helado... de Nadie es ese estomago inflado en el Río Po. A Beethoven le explotaron las vísceras a Goethe las pupilas y a Schubert la glande. Mozart murió de rabia, Mahler de celos, justo en la adolescencia, a Alma la mataron sus hijas y a Reyes sus tonos de buen español. A Borges seis monos; a Lezama, el asma.

Pero cuando murió Homero, la casa se llenó de cerdos y osos rusos comunistoides. Babel se orinó en Brueghel. Constantinopla (otrora Roma) se alojó a sus anchas en un corporativo de una calle de New Jersey.

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