La crónica
del año pasado que bien pudo ser cualquiera, la de tú y yo, que bien pudimos
ser cualquiera, en Montreal, o Marienbad, o cualquiera. ¿Por qué justamente yo?
¿Por qué me esperabas? Que yo, que cualquiera. Podría jugar mi vida entre cartas
de azar, esculpiendo el polvo de estas horas, rascando con la uña una erre, una
peca entre las sales doradas de tierra.
Podríamos matar el
tiempo; no sé, tantas cosas. Como ayer que me dijiste que Ellos siempre ganan. ¿Estabas despierta? Sólo sueño que regresas
con ese vestido de codorniz u otra ave guisada en negro y bullicio de especias,
de humor mojado y jadeo.
Sus torpes
conversaciones y sus tímidas máquinas nos tienen prisioneros, entre estas tres
paredes de niebla. Todas las mañanas la luz retumba con ellos, con ese ciego
sabor en la lengua. Quizá esta noche ya no estén.
El arco iris del fondo
de una plática atrapa el lodoso tedio y la cómoda esquina en que cobijan los
algodones de sueños y estupor. Desde el tono borroso del nomeimporta hasta la
carcajada de la muerte que se burla de nuestro ocio, del acomodado que entierra
sus nalgas en una caja donde se agusanan sus hebras igual que las que van
vestidas con su lujo preferido y sus buenastardes. ¿Cuál de todas eres tú?
Con todo prefiero la
árida piel del deseo a medias. Siempre los mismos nombres, tú y yo y cualquiera
formamos el triángulo del nunca te toqué, nunca te vi. Me viste pero fingías
que sólo eras una sombra, un fofo fantasma azul confundido colgado en el muro. Siempre los círculos que no se abren ni cierran la punta hundida
de tu guante y esa nata amarilla de tantas lágrimas de tanto ojo y tantas agujas
partiendo los decorados.
Definitivamente
despojan los cuartos. Derriban el papel mordido de los techos como termitas de
aire. Palas y cuchillos abrillantados. Dicen que estoy loco y esa sería una
sencilla explicación. El sujeto está loco, lo dicen.
Últimamente vienen a
quitarme tu nombre pero no me siento más pobre desposeyéndolo. Ni me abraza tu
compañía como solo entre un millón de espinas. No me quitan nada. Ni las
conclusiones que siempre son dos o tres. La única verdad es que te espero
porque me dijiste que te esperara para que huyamos de aquí, que vivíamos allí e
hilábamos una fábrica de espejos y de abejas.
Ahora estás aquí y te
abrazo y fugamos a allá, a otra parte, a cualquiera.
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