domingo, junio 02, 2013

Ancas de rana (platónicos ególatras)

Se podría decir, sin ninguna exageración, que soy un gran tipo. Pero como todos los grandes hombres de la raza humana soy acechado por un terrible defecto: la soberbia. Me lo dijo el soberbiólogo con certeza profesional. Yo no tenía intenciones de consultarlo pero mi esposa insistió en que esa visita era necesaria.

-¿Para qué, mujer? ya sé lo que me va a decir, los doctores inventan cualquier cosa con tal de embolsarse algo de dinero.




Y ahí tienes. Las radiografías y los análisis de sangre resultaron tan contundentes que me convencieron. De la negación pasé al pánico y ahora al ascetismo. Todos los días hago mis ejercicios circulatorios, lavatorios y humildatorios. También engullo, sin falta, una píldora naranja en las mañanas y otra azul por las noches. La primera tonifica mi ego, la segunda, dulcifica mi superego.


Hoy se cumplen dos meses de tratamiento, y tal como lo predijo el doctor, ya veo la luz al final del túnel: el término de la terapia es inminente. Puedo verlo con claridad, en sólo dos días, mi terco defecto se irá y, al fin, seré perfecto.

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