domingo, junio 02, 2013

La doble moral del cine JGEspinosa (aristotélico filoso y entrañante)

Analizar un film es como intentar hacerle un strip-tease. Desde luego, el verdadero strip-tease tiene, generalmente, un desenlace feliz. El strip- tease de una película nos revela, casi siempre, que el hábito era más importante que el monje.

Que el cine hoy se llene de desnudos no quiere decir que, al fin, la realidad se muestra como es. Mientras más ropas se les quitan a los actores, más disfraces se les ponen a los personajes.

La búsqueda de un cine popular ha sido la vida, pasión y muerte de no pocos cineastas en el mundo. Alternativas frente a la industria masificadora, frente a tecnologías impositivas, frente a implacables estructuras que bloquean la circulación de ideas, frente a artistas que se enmascaran más allá de lo que exige el maquillaje; ha sido éste el camino azaroso por encontrar agua limpia en un mercado cada vez más contaminado.


Cuando surgió el cine surgió la esperanza de una legítima democratización de la cultura. El cine traía la posibilidad de superar la dicotomía entre una cultura del pensamiento y, otra, del sentimiento, es decir, entre lo que se podría llamar la alta cultura y la cultura popular. Pero los modernos fenicios asumieron la gestión  privada con una agresividad digna de mejor causa. No sólo se declararon impotentes para superar la división, sino que llenaron de baratijas deslumbrantes a los indios de todos los continentes. Lograron, por obra y desgracia del control de los mercados, que un espectador medio hondureño en nada se diferenciara de un espectador medio parisino. A todos nos convirtieron en una especie de hermandad de tontos agradecidos. En su afán de responder a una demanda cada vez más creciente, el cine fue empantanando sus caminos más fértiles. Hubo una vez cinematografías nacionales, auténticas personalidades, pluralismo en el cine. 

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