En el
Atrio
Francisco
Segovia
1
En el
atrio otra vez todos
Otra
vez se han tapado los oídos:
Revientan
los cohetes allá arriba...
Y tú
¿Qué ibas a decir ahora tú? ¿eh?
¿Algo
que atronara también
El
valle de los tlahuicas
O se
quedara retumbando
En el pecho
de Montealbán?
Un
circunloquio quizá
–de lo
más propio–
Sobre
el redondo templo
De
Apolo en Delfos...
Pero
¿Aquí?...
Aquí,
en la iglesia y más allá, en la plaza
Todos
se han tapado los oídos.
Nadie
quiere oír el tableteo de los cohetes
En el
frontón del cielo
Ni la
terrible perorata que murmura
En el
atrio el pordiosero –en el atrio:
Nunca
en el altar...
2
En el
ovillo de sus telas
–como
una araña mustia y recomida–
El
pordiosero hila cuentas, abalorios,
Bisutería
de una fe sin consagrar,
Y en el
tartamudo fulgor de su propia cohetería
Masculla
cosas...un trozo de pan,
Injurias,
el Evangelio
De una
iglesia cimarrona.
Nadie
lo escucha:
Tiresias
tirado a Lucas
–no a
Tiresias...
3
La
iglesia moja en el mismo vino todos los panes;
En
todos ve la misma masa... Y así
Hasta
la tortilla es pan. ¿Cómo entonces
Oír a
Tiresias en Tiresias –no en Lucas
O
Marcos o los otros?... ¿Y cómo no oír
Cómo se
calla Tiresias en los cuatro Evangelios?
¿cómo
no ver que para todos
Esta
fiesta es cosa de ver y no escuchar
Y sin
embargo ver cabalmente
Lo que
no se escucha?
En el
atrio de la iglesia
Todos
se tapan los oídos
Para no
quedarse sordos.
4
El
silencio retumba en el pecho
Como un
trueno que no oyen los oídios.
Sí.
“Sólo el silencio es grande”
Y ahí,
en su ámbito, los dioses viven
–como
los mares y los bosques–
De
comerse a manos llenas a sí mismos:
Dios
Hijo es pan en la mesa de Dios Padre,
Por Baco
despedazan a Baco las bacantes
Odín se
sacrifica por Odín
Y la Fe se roe las rodillas...
Pero el
mendigo ablanda
En la
boca largamente
La masa
de un mendrugo
Que no
está hecho de su carne...
5
Bien
hayan allá los dioses en lo alto,
Devorándose,
hartándose de sí, ahítos
Hasta
reventar “en su radiante atmósfera de luces”
–los
cohetes, Juan, los cuetes! –
Que si acá
abajo el silencio es grande
Es sólo
para dejarnos comer en paz
Dioses
o cosas...
(cosas odiosas –si tú quieres– desalmadas,
Pero cosas ala cabo –o dioses– que no son
Lo que tú y yo)
Que no
son como nosotros.
6
Silencio
para comer en silencio.
Silencio
para hacer
Oídos
sordos al silencio de los dioses.
¡Y la
retahíla de los cohetes
Muda
allá arriba!
7
En el
atrio otra vez todos otra vez
Se han
tapado los oídos.
Pero tú
además
Por una
vez cumplidamente
Cierras
también la boca.
¿como
el mendigo mascas dioses –comes pan–
Ablandas
el silencio con la lengua ese silencio
Que
habrá de rondarnos sin que nos demos cuenta?
Porque
hasta eso, eso que no se oye
Se
queda rondando en el pabellón de la oreja
Redondeándose...
8
Pero
usted shhh” ¿Eh?
“Usted shhhh” –murmurabas
Pidiéndonos
silencio en el oído, no en la boca.
Silencio
en el molde de la oreja, ahí
En el
laberinto de lo que oye...
–
“Usted Shhhh” –Y escuche...
9
Bienaventurados
los que oyen
Aun
después de taparse los oídos.
Bienaventurados
y tristes, Juan –tristísimos–,
Pues
ellos deben saber que no son vanas
Las
palabras que se dicen “a oscuras y en celada”
Para
redondear el silencio en el pabellón de la oreja
Y sepan
además que la verdad
–la
pura verdad– no puede decirse
Nada
que no pregone al oído
De los
cuatro vientos a su secreto:
“Sólo
el silencio es grande”...
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