Según el mito cavernícola de Platón,
el maestro Sócrates se alumbró apenas salir de la caverna. De
vuelta en la penumbra, les habló a los hombres de la luz. Qué dijo
no sabemos, pero debemos creer que cualquier silencio hubiera sido
preferible a su arrogancia retórica. El viejo Sócrates pudo haber
señalado con el dedo, por las buenas o las malas, a sus concavernos
y obligarlos a enfrentarse a la luz con sus propios ojos.
Pero, realmente ¿Quién está adentro
y quién afuera? ¿Cuál caverna? ¿Cuál luz? ¿Cuál sol? En mi
versión eres tú y no yo el que se acurruca entre las tinieblas; soy
yo el iluminado pero y ¿en la tuya?
El nihilismo y el Evangelio se miran en
la luz ciega del espejo y las palabras apenas sirven para devorarnos.
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