Por más que los críticos pataleen, los grandes públicos siguen persiguiendo historias, no narrativas emergentes. Y si las historias están bien contadas, mucho mejor. ¿Qué sería Yayoi Kuzama sin su historia (extratextual, paratextual) de morbosa esquizofrenia? Puro confetti.
Sophie Calle y sus amigas han contado la misma historia 107 veces sin repetirse; ardua lección de estilo. En el París post Raymond Queneau, la repetición es la maniera; el amor, aunque haya quien cursimente piense lo contrario, es apenas una anécdota, una leyenda parisina.
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