jueves, marzo 03, 2016

Beethovénicos vs Debussytélicos (bis)

Preguntado a quemarropa sobre el valor de la obra del sordo de Bon, Debussy contestó que Beethoven era el más grande, simple y parcamente porque decir lo contrario era de un esnobismo doblemente imbécil. Alejado de la polémica pública, reconocedor de la grandeza de alguien que no era él ni podía ser él, Debussy zanjaba así una polémica, mientras cocinaba a través de su música, la verdadera respuesta.

La actitud de Debussy, preñada de la claridad lumínica de las paradojas de Heráclito, contradice la postura de la posmodernidad que a fuerza de golpes avanzó hacia la trans, conte y metamodernidad, en donde todo lo pretérito es ignorado con una autosuficiencia adolescente y un cinismo pasmoso. Según esto, el pasado debe ser derribado por el hacha del colonialismo, feminismo, queerismo, sin siquiera meditar de qué manera esa postura alimenta ignaras y novedosas y oscuras y propias formas del neocolonialismo (Escupamos sobre Hegel, se llama un libro famoso de este estilo).

Pues más que una defensa del pasado, Debussy (que no escupió sino que borró a  Beethoven después de adorar y odiar su obra) alegorizó sobre la imbecilidad del presente, que cree saberlo todo, sin nunca saber realmente nada.

No es casual que el nombre de pila de Debussy haya sido Aquiles, el Aquiles que batalló entre las campañas de los griegos y desafió la autoridad de Menelao y de los dioses, pero jamás se jactó de la arrogancia propia del ignorante. 

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