lunes, marzo 11, 2019

La oscuridad y la falta de claridad son siempre y ante todo un mal síntoma.
Pues el 99 por ciento de los casos proceden de la oscuridad del pensamiento,
la cual a su vez procede de una incoherencia original, de una inconsistencia y,
por consiguiente, de una inexactitud de este pensamiento.
Los que componen discursos difíciles, oscuros, enrevesados, ambiguos,
tienen sólo de ello una vaga conciencia, que se esfuerza por formular
un pensamiento: a menudo ellos también quieren ocultar, a ellos
como a los demás, que propiamente no tiene nada que decir.
Como todo exceso, produce la mayoría de las veces un efecto
que suele ser lo contrario de lo que se persigue.
Las palabras sirven sin duda para hacer comprensibles las ideas,
sin embargo, sólo hasta cierto punto sucede de esta manera,
pues acumuladas más allá de este punto oscurecen cada vez
más las ideas que las acompañan…
Toda palabra superflua produce un efecto contrario a su fin:
como dice Voltaire, “el adjetivo es el enemigo del sustantivo”
y “el secreto de ser aburrido está en decirlo todo”. V
ale más suprimir siempre algo bueno que añadir algo insignificante.
Todo lo que no es indispensable tiene un efecto contraproducente.

Schopenhauer (Parerga und Paralipomena,  283)

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