En
este barrio mío
yo
soy el extranjero.
En
cafés de vidrio y porcelana
todo
lo pido en voz queda
y
respondo
a
la sazón de “mande” y “por favor”.
No
como ellos que llegaron
con
su acento ultramarino
para
arrebatarlo todo
porque
así se hace en Castilla
y
asado más allá de la llanura
del
estrecho Gibraltar.
Dicen
que con razón nos conquistaron
--una
y a fuerza otras mil veces--
a
este pueblo de indios desalmados.
En
este barrio yo soy extranjero
pero
hoy me he puesto
un
jersey alto
y
he gritado para confundirlos.
Todo
en vano.
Mi
alma no la reconocen
aunque
he jurado y maldecido
con
tal de no volver a las afueras
a
mezclarme entre los míos.
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